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terça-feira, junho 17, 2008

ENTREVISTA

periodista de un diario de Lima, entrevista a personajes de bolivia, en bolivia)

“La llegada al poder de Evo en Bolivia ha sido muy positiva” Exfuncionario del gobierno de Sánchez de Losada y profesor universitario, Alfonzo Román, nacido en Santa Cruz, es autor de Cambas y Collas. Los paradigmas de una nueva nación, verdadero best-seller en Bolivia que tiene seis ediciones en menos de cuatro años.

Entrevista de Alfredo Vanini

¿Qué diferencia un colla de un camba?

Hay diferencias de orden étnico, cultural y geográfico. El colla es de la zona andina y habita la zona altiplánica (aymaras) y los valles (quechuas). Los quechuas son los directos descendientes de los Incas y son los más flexibles. Se adaptan fácilmente, son muy laboriosos y nobles. A pesar de su humildad se plantean metas y tratan de alcanzarlas a través de sus hijos o nietos.

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El pueblo aymara, al contrario, se quedó muy metido en las montañas, en el altiplano. Son muy cerrados. No es culpa de ellos: los distintos gobiernos, desde el principio de la República, no les ofrecieron proyectos de integración. Solo se les utilizó como guerreros para las revoluciones o los golpes de estado.

Es recién tras la revolución de 1952 que se inició un proceso de integración en nuestro país sobre la idea de construir una cultura mestiza. De hecho los aymaras son mestizos porque hablan castellano e interactúan entre el campo y la ciudad, entre lo rural y lo urbano. Viven en las zonas periféricas de La Paz, y han construido una ciudad, El Alto, gran zona franca donde venden de todo.

En los últimos cuarenta años hubo un fuerte flujo migratorio que difumina las identidades regionales en Bolivia.

Sí, después de la revolución se construye la carretera entre La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Se trató de vincular al pueblo aymara mestizo castellano hablante de La Paz, con el quechua cochabambino, igualmente mestizo, y con Santa Cruz de la Sierra.

La gran carretera La Paz-Cochabamba-Santa Cruz vertebró al país y eso produjo una fuerte migración quechuaaymara de occidente al oriente. Llegaron hace 50 años a cortar caña y ahora son dueños del comercio y del transporte público. Son los grandes gremialistas del comercio minoritario. En los últimos veinte años la burguesía colla de casi todos los departamentos de la zona andina se ha trasladado a Santa Cruz.

¿Es legítimo entonces hablar de una “nación camba” homogenea?

Cambas son los nativos. Hace veinte años era despectivo. Era como decir “cholo” o “roto”. Hoy, las elites cruceñas se lo han apropiado por necesidad de una afirmación identitaria. Estas elites nunca se preocuparon de construir una identidad, viéndola solo en términos folklóricos (comida, baile, etc.) y no desde una cosmovisión, o de una idiosincrasia. Ojo, estamos hablando del Santa Cruz urbano y de la zona del norte agro-industrial.

Porque hay cuatro regiones: el pueblo chiquitano, que tiene un mestizaje distinto, el pueblo vallegrandino, una especie de pueblo quechua y de judíos sefarditas que se refugiaron en esa zona. Y también está la zona del chaco boliviano muy vinculada al pueblo guaraní del Paraguay. Etnias muy diferentes y determinadas culturalmente por su geografía.

Esta diversidad es también, más o menos, característica del Perú, donde no tenemos sin embargo conflictos regionales.

El problema de Bolivia es que nunca hubo un proyecto de construcción nacional. Lo intentó la revolución del 52 pero fracasó en ese momento por oposición del pueblo quechua y aymara: querían vivir de acuerdo a sus tradiciones, costumbres y lengua. Desde esa fecha los distintos gobiernos no quisieron complicarse electoralmente y abandonaron el proyecto de Nación en Bolivia.

¿Cómo surge el conflicto reciente?

Santa Cruz de la Sierra nunca fue un pueblo que pelee por una reivindicación autonómica. En 1958 hubo demanda por obtener el 11% de regalías petroleras. Y se obtuvo. Y en la década de los 90 se habló de descentralización y el gobierno de Sánchez de Losada lanzó “la participación popular”, proyecto que se implementa en Bolivia con mucho éxito. En 1995 se iniciaron las grandes reformas estructurales para vincular a Bolivia con la economía mundial y una fuerte capitalización permitió construir el gran gaseoducto desde Santa Cruz y Tarija hasta Brasil.

Se inicia el proceso neoliberal que exige un conjunto de valores, códigos y principios para los que no estábamos preparados. Desde 1952 tuvimos un Estado paternalista, protector. Se forjó una estructura mental de dependencia del Estado.

Cuando vienen las reformas estructurales se genera un shock y a medida que éstas fueron avanzando, la clase empresarial boliviana, que se había acostumbrado a las subvenciones del Estado y a los favores políticos, se da cuenta que no podía vivir sin el Estado. Y es así que sacan de debajo de la manga la carta de autonomía, para construir una especie de “Estado para sí” en los departamentos.

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El enfoque autonómico que nace en los comités cívicos es más económico que cultural. El objetivo es hacerse del dinero del gas que se exporta para sobrevivir como sector económico y mantener la fuerza política.

¿Qué tanto se modifican las estructuras mentales de los bolivianos a la llegada de Evo Morales al poder?

La llegada de Evo Morales al poder es muy positiva porque nos ayudó a encontrarnos con la verdadera Bolivia, esa que siempre escondimos y que nunca quisimos aceptar. Y ha significado iniciar un proceso democrático cuya principal característica es la inclusión.

Esto no es una revolución socialista, sino una demanda democrática del ciudadano común por ejercer su ciudadanía a parte entera. Por otro lado hay esta corriente autonomista que el pueblo en parte ha asumido pero que tiene un origen absolutamente estratégico-político.

No forma parte de una cultura de reivindicación de Santa Cruz como pueblo. Se trata más bien de una bandera contestataria para generar equilibrio y contrapeso de poderes respecto al proyecto del MAS y es liderada por los prefectos y los comités cívicos de la llamada media luna.

¿Tienen verdadera fuerza estos comités cívicos y los prefectos regionales? ¿Cuál es la situación actual?

Hay una presión de países amigos, Argentina y Brasil principalmente, que no quieren que en Bolivia se produzca un descalabro social, político y económico que desencadenaría inevitablemente una gran inmigración a Argentina (donde ya existen un millón de bolivianos) y una hecatombe en Sao Paulo, que depende del gas boliviano.

Al mismo tiempo, estamos en los primeros pasos de una reconciliación nacional liderada muy inteligentemente por Evo Morales. Los partidos políticos que apoyaban desde la oposición los proyectos autonómicos, están empezando a desvincularse de los prefectos porque se han dado cuenta que es muy peligroso entregar poder a políticos personalistas.

La visión que tenemos desde Lima, a causa de cierta prensa ideologizada, es que Santa Cruz no tiene nada que ver con la zona occidental de Bolivia: una ciudad moderna, próspera, de gente blanca. Vistas de dentro las cosas son muy diferentes: ni tan blancos ni tan prósperos.

El problema es que nosotros hemos construido mitos. Y el que usted dice es uno de ellos: blancos, ricos, que hablamos un castellano distinto. Ve usted que no es así. Hay sí una gran inmigración asentada acá a Santa Cruz de la Sierra que ha producido un cruce cultural muy grande: inmigración cochabambina, potosina, paceña, pero hay también menonitas, japoneses, brasileros. Este es un pueblo que en realidad expresa el crisol de la nacionalidad boliviana.

Es una ciudad poblada por ciudadanos que ya no son ni cambas ni collas, sino camba-collas. Ni blancoides ni ricos: somos una sociedad que quiere crecer, avanzar, integrarse en la idea de Nación boliviana.

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