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terça-feira, janeiro 27, 2015

Herida abierta de la historia: ¿Quién liberó la 'fábrica de la muerte' de Auschwitz?

El 27 de enero de 1945 fue liberado por el Ejército Rojo el campo de concentración de Auschwitz, cuya historia nunca ha causado desacuerdos o discusiones hasta que la semana pasada el canciller polaco, Grzegorz Schetuna, declarara que Auschwitz fue liberado por los ucranianos desatando una gran polémica. Lo más correcto sería hacer la vista gorda a esta declaración o atribuirla a la falta de conocimientos históricos siempre y cuando la historia no doliera tanto.
Transportan a los primeros prisioneros al campo de concentración. Ria Novosti. Transportan a los primeros prisioneros al campo de concentración.
Según documentos desclasificados, a principios de 1943 el 64,6% del personal de las divisiones de fusileros soviéticos eran rusos, el 11,8% eran ucranianos. En 1944, cuando la mayor parte de la República Socialista Soviética de Ucrania fue liberada, el porcentaje cambió un poco: había un 58,3% de rusos y un 22,2% de ucranianos. En general, si hablamos de las bajas entre diferentes nacionalidades, se trata del 66,4% de rusos y un 15,9% de ucranianos.
Los rusos fueron el único pueblo entre los principales de la URSS, donde la proporción de los soldados fallecidos fue significativamente mayor que la proporción del grupo étnico en la población de la URSS. Pues, según un censo, la población de los rusos en 1939 ascendía a 99.591.520 de personas (el 58,39% de la población de la URSS), mientras que el porcentaje de los rusos fallecidos asciende al 66,40% de un número total de los soldados soviéticos fallecidos.
Las cifras hablan por sí mismas: más de la mitad del Ejército Rojo estaba compuesto por rusos, mientras que los ucranianos llegaban a una cuarta parte. De ninguna manera quiero disminuir el papel de los ucranianos en la lucha contra el fascismo, solo quiero enfatizar que en aquel entonces se trataba de una invencible amistad de los pueblos, cuando codo a codo los rusos luchaban junto con ucranianos, bielorrusos, armenios, georgianos, kazajos, uzbekos y decenas de otros pueblos. Parece que de lo que se olvida el ministro polaco es el hecho de que durante la Segunda Guerra Mundial miles de ucranianos formaron parte del Ejército Insurgente Ucraniano que colaboraba con los fascistas alemanes y que exterminó a centenares de miles de polacos. 

"Polonia ha olvidado muchas cosas"

Cuando el 27 de enero de 1945 los soldados del Ejército Rojo entraron en Auschwitz, Iván Martýnuskin fue uno de los primeros que vio el infierno que representaba el campo de concentración."Ellos vivían en un infierno, bajo la amenaza constante de la muerte. Estaban cansados, agotados. Pero en sus ojos se veía una alegría. La alegría de la liberación, la alegría de que ese infierno había terminado", recuerda el veterano.
Sacos con el pelo de las mujeres quemadas.  Ria Novosti/ Yudin. Sacos con el pelo de las mujeres quemadas
"Cuando vimos hornos, el primer pensamiento fue que era un crematorio. Que la gente se moría, y en lugar de enterrar los cuerpos, los quemaban. Nunca se nos habría ocurrido que los hornos fueron construidos para matar a la gente. Era parte de la destrucción sistemática", agrega.
Leonti Brant, unos de los libertadores del campo de concentración, relata: "Había un montón de plantas de zapatos de soldados, de zapatos masculinos y de botas femeninas, así como de zapatillas infantiles. Había un montón de pelo, sobre todo de mujeres. Los sacos estaban llenos de piel humana".
Zapatos de los prisioneros del campo de concentración Ria Novosti. Zapatos de los prisioneros del campo de concentración
El veterano Mijaíl Kabanov también fun uno de los libertadores de Auschwitz. "¡Qué asco!", comentó sobre las palabras del ministro polaco. "Es un verdadero insulto", enfatizó. El veterano explica que el primer frente ucraniano que entró en el campo de concentración fue una unidad militar del Ejército Rojo y que al principio se llamaba Frente de Vorónezh, luego Frente de Briansk y recién luego Frente Ucraniano. "Por supuesto, había ucranianos también, luchábamos todos juntos. Los polacos han olvidado muchas cosas. Han olvidado que 600.000 ciudadanos soviéticos murieron durante la liberación de Polonia de los nazis", agrega.

Campo de la muerte

Auschwitz es el lugar donde fueron cometidos más asesinatos en masa en la historia de la humanidad. Según diferentes fuentes, en Auschwitz han muerto de 1 millón a 4 millones de personas. Los prisioneros fueron asesinados en los crematorios, fallecieron debido a las condiciones inhumanas de trabajo, hambre, frío, epidemias o experimentos médicos.
El banco para las ejecuciones Ria Novosti. El banco para las ejecuciones
De 1.300.000 de los reclusos de Auschwitz casi 234.000 eran niños. El día de la liberación del campo de concentración quedaban sólo 611 niños. El destino de todos los recién nacidos era trágico: los ahogaban y tiraban sus cuerpos a la calle.
Niños en el campo de Auschwitz Ria Novosti/ Fishman. Niños en el campo de Auschwitz
En el momento de la liberación del campo de concentración, además de los niños, ahí se encontraban sólo 2.500 adultos. Pero ahora para algunos políticos es, al parecer, más importante atribuir la contribución de la hazaña más a unos que a otros en vez de honrar la memoria de las víctimas y decir mil gracias a los pocos veteranos del Ejército Rojo que están vivos. Lamentablemente, algunos, en busca de la defensa de sus ideales políticos, optan por 'pisar' los corazones valientes de los soldados abriendo las heridas aún no cicatrizados de la historia.
La llamada 'puerta de la muerte' de Auschwitz-Birkenau Reuters. La llamada 'puerta de la muerte' de Auschwitz-Birkenau 

domingo, janeiro 11, 2015

Je ne suis pas Charlie (Eu não sou Charlie)

Não me identifico com a representação degradante e 'caricatural' que Charlie Hebdo faz do mundo islâmico com toda a carga racista e colonialista. 

 

 

Começo esclarecendo, antes de mais nada, que considero uma atrocidade o ataque às redações da revista satírica Charlie Hebdo em Paris e que não acredito, em qualquer circunstância, ser justificável transformar um jornalista, por mais duvidosa que seja sua qualidade profissional, em um objetivo militar. O mesmo é válido na França, assim como na Colômbia ou na Palestina. Tampouco me identifico com qualquer fundamentalismo, nem cristão, nem judeu, nem muçulmano, nem tampouco com o bobo-secularismo afrancesado, que considera a sagrada “République” uma deusa.
Faço esses esclarecimentos necessários porque, por mais que insistam os gurus da alta política que na Europa vivemos em uma “democracia exemplar” com “grandes liberdades”, sabemos que o Grande Irmão nos vigia e que qualquer discurso que fuja à cartilha é castigado duramente. Mas não acredito que censurar o ataque contra a Charlie Hebdo seja sinônimo de celebrar uma revista que é, fundamentalmente, um monumento à intolerância, ao racismo e à arrogância colonial.
Milhares de pessoas, compreensivelmente afetadas por esse atentado, fizeram circular mensagens em francês dizendo “Je suis Charlie” (Eu sou Charlie), como se esta mensagem fosse o último grito em defesa da liberdade. Pois então, eu não sou Charlie. Não me identifico com a representação degradante e “caricatural” faz do mundo islâmico em plena época da chamada “guerra contra o terror”, com toda a carga racista e colonialista que isso traz. Não posso ver com bons olhos essa constante agressão simbólica que tem como contrapartida uma agressão física e real, mediante os bombardeios e ocupações militares a países pertencentes a esse horizonte cultural.
Tampouco posso ver com bons olhos essas caricaturas e seus textos ofensivos quando os árabes são um dos setores mais marginalizados, empobrecidos e explorados da sociedade francesa, tendo recebido historicamente um trato brutal: não me esqueço de que no metrô de Paris, no começo dos anos 60, a polícia massacrou a pauladas 200 argelinos por demandar o fim da ocupação francesa em seu país, algo que já havia deixado um saldo estimado de um milhão de “incivilizados” árabes mortos.
Não se trata de inocentes caricaturas feitas por livres pensadores, mas sim de mensagens produzidas pelos meios de comunicação de massas (sim, ainda que se coloque como alternativa, Charlie Hebdo pertence aos meios de massas) carregadas de estereótipos e ódios, que reforçam um discurso que entende os árabes como bárbaros aos quais é preciso conter, desaraigar, controlar, reprimir, oprimir e exterminar.
Mensagens cujo propósito implícito é justificar as invasões a países do Oriente Médio assim como as múltiplas intervenções e bombardeios que, pelo o Ocidente, são orquestradas em defesa da nova partilha imperial. O ator espanhol Willy Toledo disse, em uma declaração polémica – por apenas evidenciar o óbvio –, que “O Ocidente mata todos os dias. Sem fazer barulho”. E isso é o que Charlie e seu humor negro ocultam sob a forma de sátira.
Não me esqueço do número 1099 da Charlie Hebdo, na qual se banalizava o massacre de mais de mil egípcios por uma brutal ditadura militar, que tem o consentimento da França e dos EUA, mediante uma uma capa que diz algo como: “Matança no Egito. O Corão é uma merda: não detém as balas”. A caricatura era a de um homem muçulmano todo furado, enquanto se protegia com o Corão. Haverá quem ache isso engraçado. Também, na sua época, os colonos ingleses na Terra do Fogo acreditavam que era engraçado tirar fotografias junto com indígenas que eles haviam “caçado”, com amplos sorrisos, espingarda na mão, e com o pé sobre o cadáver sangrento ainda quente.
Em vez de engraçada, essa caricatura me parece violenta e colonial, um abuso da tão fictícia como manipulada liberdade de imprensa ocidental. O que aconteceria se eu fizesse agora uma revista cuja capa dissesse o seguinte: “Matança em Paris. Charlie Hebdo é uma merda: não detém as balas” e fizesse uma caricatura do falecido Jean Cabut perfurado com uma cópia da revista em suas mãos? É claro que seria um escândalo: a vida de um francês é sagrada. A de um egípcio (ou a de um palestino, iraquiano, sírio etc.) é material “humorístico”. Por isso, não sou Charlie, pois para mim a vida de cada um dos egípcios perfurados é tão sagrada como a de qualquer desses caricaturistas hoje assassinados.
Já sabemos o que vem de agora em diante: haverá discursos para defender a liberdade de imprensa por parte dos mesmos países que em 1999 deram a bênção ao bombardeio da OTAN, em Belgrado, da estação de TV Pública sérvia por chamá-la de “o ministério de mentiras”; que se calaram quando israel bombardeou em Beirute a estação de TV AL-Manar em 2006; que se calam diante dos assassinatos de jornalistas críticos colombianos e palestinos. Logo, da bela retórica pró-liberdade virá a ação liberticida: mais macartismo dito “antiterrorismo”, mais intervenções coloniais, mais restrições a essas “garantias democráticas” em vias de extinção, e, é claro, mais racismo.
A Europa se consome em uma espiral de ódio xenófobo, de islamofobia, de antissemitismo (os palestinos são semitas, de fato) e este ambiente se faz cada vez mais irrespirável. Os muçulmanos já são os judeus do século XXI na Europa, e os partidos neonazistas estão se fazendo novamente respeitáveis 80 anos depois graças a este repugnante sentimento. Por tudo isso, em que pese a repulsa que me causam os ataques de Paris, Je ne suis pas Charlie

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Guerra entre fundamentalismos-tariq ali

Sacralizar um jornal satírico que dirige ataques a vítimas da islamofobia é quase tão tolo quanto justificar os atos de terror contra a publicação
Foi um acontecimento terrível. Foi repudiado em muitas partes do mundo e de maneira mais veemente por cartunistas de países árabes e de outros lugares. Os arquitetos dessa atrocidade escolheram seus alvos com bastante cuidado. Eles sabiam muito bem que tal ato criaria o maior dos horrores.
Foi a qualidade, não a quantidade que eles procuravam. Eles não dão a mínima para o mundo dos incrédulos. Como Kirilov em "Os Demônios", romance de Dostoiévski, eles pensam que "se Deus não existisse, tudo seria permitido".
Ao contrário dos inquisidores medievais da Sorbonne, eles não têm a autoridade legal e teológica para assediar livreiros ou donos de gráficas, proibir livros ou torturar escritores, de modo que se sentem livres para dar um passo além.
E os soldados de infantaria? As circunstâncias que atraem homens e mulheres jovens para esses grupos não são escolhidas por eles, mas pelo mundo ocidental no qual vivem --ele próprio é resultado de longos anos de domínio colonial.
Os terroristas que realizaram o massacre no semanário satírico "Charlie Hebdo", em Paris, na quarta-feira (7), gritavam "Deus é grande". Não faço ideia se eles acreditavam que tinham sido acolhidos por Deus ou que estavam a mando dele, mas o que sabemos é que os dois irmãos parisienses --Chérif e Said Kouachi-- eram maconheiros cabeludos que viram imagens da Guerra do Iraque, em 2003, e, em particular, das torturas na prisão de Abu Ghraib e dos assassinatos a sangue frio de iraquianos em Fallujah.
Esses rapazes buscaram conforto na mesquita. Foram recrutados por radicais islâmicos que viram na "guerra ao terror" do Ocidente uma oportunidade de ouro para recrutar jovens tanto no mundo muçulmano como nos guetos da Europa e da América do Norte.
Enviados primeiro ao Iraque para matar americanos e, mais recentemente, à Síria (com a conivência do Estado francês?) a fim de derrubar Bashar al-Assad, eles foram ensinados a utilizar armamentos de forma eficaz. De volta à Europa, colocaram em prática os seus conhecimentos. Eram perseguidos e o semanário representava seus perseguidores. Deixar o horror nos cegar para essa realidade seria miopia.
O "Charlie Hebdo" nunca escondeu o fato de que continuaria provocando os muçulmanos com blasfêmias ao profeta. A maior parte dos muçulmanos estava com raiva, mas ignorou os insultos.
Para a publicação, era uma defesa dos valores seculares republicanos contra todas as religiões. O semanário atacava ocasionalmente o catolicismo, dificilmente --ou nunca-- o fazia contra o judaísmo, mas concentrou sua ira sobre o islã.
A secularidade francesa de hoje significa, essencialmente, qualquer coisa que não é islâmica. Defender o direito de publicar o que quiserem, independentemente das consequências, é uma coisa, mas sacralizar um jornal satírico que dirige ataques regulares àqueles que já são vítimas de uma islamofobia desenfreada nos EUA e na Europa é quase tão tolo quanto justificar os atos de terror contra a publicação.
A França tem leis para restringir liberdades se há alguma suspeita de que elas possam causar agitação social ou violência. Até agora elas têm sido usadas para proibir apenas as aparições públicas do comediante francês Dieudonne por causa de piadas antissemitas e proibir manifestações pró-palestinos.
Mas isso não é visto como algo problemático por uma maioria de franceses que chia bem alto. Também não houve vigílias pela Europa quando se soube há alguns meses que foi utilizada tortura contra prisioneiros muçulmanos entregues à CIA por países europeus.
Há um pouco mais que sátira em jogo. O que estamos testemunhando é um conflito entre fundamentalismos rivais, cada um mascarado por diferentes ideologias.
A economia política da Europa está confusa e, na ausência de uma alternativa real ao capitalismo (não apenas ao neoliberalismo), o vácuo político vai crescer e novas forças emergem na luta pelo poder.
A extrema direita está em ascensão na França. Marine Le Pen está na vanguarda, liderando as pesquisas para a próxima eleição presidencial, sempre relacionando os recentes acontecimentos à imigração desenfreada e dizendo que ela sempre havia alertado para isso.
Que pena que o filme de Gilli Pontecorvo "A Batalha de Argel" (1966) ainda tenha que ser visto em Marselha. Algumas liberdades são claramente mais preciosa que outras.


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tariq ali é um jornalista e escritor paquistanes, autor do libro "confronto de fundamentalismos"

sábado, janeiro 10, 2015

Por que não sou Charlie Hebdo - Je ne suis pas Charlie

Por que não sou Charlie Hebdo - Je ne suis pas Charlie

AUTOR: Zuni

Nada justifica o massacre na redação do jornal Charlie Hebdo, mas algumas generalizações e relativizações na cabeça da sociedade são tão perigosas quanto kalashnikovs na mão de fundamentalistas.
O caso Charlie Hebdo levantou grandes discussões. Há politicos, instituições, governos, jornalistas e comentaristas de facebook de todas as estirpes falando sobre o assunto em tribunas, periódicos e mesas de bar. Todos são unanimes em condenar a brutalidade dos ataques, porém as divergências de opinião são maiores do que as concordâncias.
Enquanto muitos discursos falam sobre o perigo da amplificação do ódio contra comunidades muçulmanas na França e ao redor do mundo, não faltam aqueles que de pronto condenem a “selvageria e brutalidade” da religião islâmica e dos povos árabes, engrossando as fileiras de fundamentalistas nacionalistas que organizam marchas xenófobas contra a “islamização da Europa”, a favor das intervenções militares criminosas dos estados ricos do Ocidente nos países do Oriente Médio e África e respaldando o racismo que tornou possível e aceitável a longa série de políticas coloniais e práticas exploratórias que sustentaram a economia e poder da França desde que esta se tornou um Estado-Nação.
Entretanto, não quero falar agora sobre as divergências de opinião, e sim sobre o consenso, expresso no slogan “Je suis Charlie” (Eu sou Charlie), que inundou as redes sociais e capas de jornais ao redor do planeta. O slogan é atrelado à ideia de que o que ocorreu ontem na França implica um atentado contra a liberdade de imprensa e valores democráticos ocidentais; implica dizer que toda imprensa é livre pra publicar irresponsavelmente qualquer conteúdo; implica dizer que o direito de zombar de uma religião é o mesmo que lutar pelo estado laico; e implica, principalmente, que o ataque foi simplesmente resultado do extremismo (ou da falta de senso de humor) religioso diante de uma crítica “ácida e sagaz”, excetuando-se todo o contexto de marginalização e discriminação da comunidade muçulmana na França. Principalmente, implica ignorar a que se propõe e quais os efeitos dessas charges no contexto político-ideológico de um país com níveis alarmantes de racismo.
O argumento mais comum que encontrei nas redes sociais e comentários de jornais on-line é o de que o Charlie Hebdo fazia charges ofensivas sobre todas as religiões, e que portanto, se cristãos conseguem ver charges com Jesus e levar como uma piada, então muçulmanos também deveriam. Esse é um argumento raso porque coloca no mesmo patamar a situação das comunidades muçulmanas e das comunidades cristãs na Europa, ao mesmo tempo que reforça a ideia de superioridade ocidental racionalista. É o mesmo simplismo de quem diz que chamar um branco de “palmito” tem o mesmo peso de chamar um negro de “macaco”. Não é só uma piada.
A quem serve a islamofobia?
No dia anterior ao massacre de Charlie Hebdo aconteceram duas marchas na Alemanha: uma pela expulsão de árabes e muçulmanos do país e outra contra o discurso xenófobo da direita ultra-nacionalista alemã. Esse tipo de manifestações populares contra minorias étnicas fica cada dia mais comum em toda a europa, e a França, sempre avant-garde, é um dos maiores focos de marchas e movimentos racistas, machistas e xenófobos na Europa.
Na França a “Questão Muçulmana” é uma obsessão prioritária dos grupos de direita. O jornalista Edwy Planel, autor do livro “Pelos Muçulmanos” (título dado em alusão ao artigo “Pelos Judeus”, escrito por Emile Zolá em sobre o caso Dreyfus) aponta os ataques à comunidade muçulmana com sendo a principal plataforma de discurso eleitoral na França de hoje.
Nicolas Sarkozy é um exemplo claro da presença do discurso racista na política francesa. Podemos citar seu discurso na Universidade de Dakar, em julho de 2007, quando disse:
“O drama da África é que o homem africano não entrou totalmente na história. O camponês africano, que desde milhares de anos vive conforme as estações, cujo ideal de vida é estar em harmonia com a natureza, só conhece o eterno recomeço do tempo ritmado pela repetição sem fim dos mesmos gestos e das mesmas palavras. Nesse imaginário onde tudo recomeça sempre, não há lugar nem para a aventura humana, nem para a ideia de progresso. Nesse universo onde a natureza comanda tudo, o homem escapa à inquietude da história que inquieta o homem moderno. Mas o homem permanece imóvel no meio de uma ordem imutável, onde tudo parece ser escrito antes. Nunca ele se lança em direção ao futuro. Nunca não lhe vem à ideia de sair da repetição para se inventar um destino “
Vamos lembrar que quando fala do “homem africano” (como se todos os povos de África fossem um único grupo homogêneo) Sarkozy alude especialmente à população muçulmana, uma vez que a França invadiu e colonizou a Argélia e o Marrocos, de onde vêm a maior parte dos imigrantes islâmicos da França.
Atualmente vem ganhando muito espaço ideológico o partido de extrema direita Frente Nacional, cuja principal voz é Marine Le Pen, famosa pelo discurso islamofóbico e pelas políticas anti-imigração. Le Pen, forte candidata para as próximas eleições presidenciais, declarou hoje, no embalo do ataque de ontem, que “a França está sendo atacada”, e aproveitou para reforçar sua proposta de instaurar a pena de morte no país.
O professor Reginaldo Nasser aponta, em artigo publicado ontem, pra o perigo do uso do caso Charlie para fortalecer as políticas ultra-nacionalistas francesas:
“Há de fato uma situação conturbada na França e que vai piorar a partir de agora, os preconceitos com os imigrantes podem aumentar e reforçar um sentimento nacionalista. Le Pen é a representante de um pensamento xenófobo no país. Mas temos que esperar ainda pra ver quais serão dos desdobramentos quando se descobrir os culpados”
Portanto, a mobilização massiva criada em torno do slogan "Je suis Charlie", se for ausente de uma crítica séria sobre a situação dos muçulmanos na Europa e as razões da islamofobia na França, tende a ser apenas combustível para a xenofobia e os partidos ultra-conservadores.
A quem serve a liberdade de expressão?
Aqueles que ostentam orgulhosos o slogan “Eu sou Charlie” se dizem advogar pela liberdade de expressão, porém não questionam o que significa essa liberdade de expressão nem tampouco quem tem direito a essa liberdade. Ninguém se preocupa com a censura à liberdade de expressão religiosa islâmica na França.
Em 1989 o jornal “Le Nouvel Observateur” publicou uma capa contra o uso do hijab, o véu muçulmano, nas escolas. Isso levou a uma discussão que culminou na lei de 2004 proibindo que meninas islâmicas usando lenços frequentassem as aulas, e desde 2011 há uma circular do Ministério da Educação recomendando que se impeça a presença de mães usando hijabs na área em torno dos colégios. Nunca houve proibição do uso de crucifixos ou camisas com slogans cristãos. A esquerda francesa (e a maior parte da esquerda ocidental) se mostrou favorável a esta lei ou, na melhor das hipóteses, silenciou sobre ela, sob o pretexto da defesa do Estado Laico. Esquecem-se que o laicismo serve para preservar o direito à liberdade de exercício de pensamento religioso ou à liberdade de não exercer nenhuma crença religiosa. E esquecem-se de que o islã não é apenas uma crença religiosa, mas também um referencial de identidade de toda uma comunidade historicamente oprimida, remetendo a questões religiosas, culturais, étnicas e políticas.
Proibir a expressão de sua religião é censura. Proibir a expressão de sua identidade cultural é eugenia. Imaginem, por exemplo, uma lei brasileira proibindo o uso de turbantes e símbolos da Umbanda e Candomblé em áreas públicas. Seria uma conquista do estado laico ou (mais) um ataque às crenças afro-brasileiras?
Na esteira das liberdades de expressão negadas pelo governo francês intrinsecamente conectadas ao Islã está a abominação legislativa sancionada no ano passado, quando a França tornou-se o primeiro país do mundo a proibir manifestações de apoio à Palestina, durante os bombardeios israelenses à Faixa de Gaza, que assassinaram 1.951 pessoas e feriram 10.193 civis. Qualquer pessoa que participasse de um protesto contra os crimes de guerra de Israel, práticas de Terrorismo de Estado respaldadas ideologicamente por políticos e formadores de opinião entre a população israelense através de fundamentalismo nacionalista e argumentos de fundamentalismo religioso judaico e islamofobia, seria preso por um ano ou pagaria multa de 15 mil euros. Se o manifestante cobrisse o rosto durante o protesto, a pena subia para três anos de detenção.
Cabe ressaltar aqui que não sei qual foi o posicionamento do jornal Charlie Hebdo sobre esse caso em particular, mas certamente a comunidade internacional não se manifestou tão passionalmente sobre o direito dos franceses à liberdade de expressar apoio aos palestinos.
Então, cabe a pergunta:
A quem faz rir o humor de Charlie Hebdo?
Não existe piada sem um alvo, e o senso de humor tem poder político por natureza. Piadas podem ser um meio de constestação ou de sedimentação do senso comum, do status quo dominante. Quando um humorista faz uma piada racista, está endossando o racismo de quem ri, criando no riso um lugar seguro pra que os estereótipos racistas cresçam, legitimando ignorância e raiva disfarçados de senso de humor. As pessoas formam suas concepções de mundo, de certo e errado, de verdade e justiça, muito mais através de piadas e slogans simplistas do que de resoluções da ONU e tratados de sociologia.
Me lembro que, quando era criança, meu pai comprava livros de piadas em bancas de jornal e passava o dia atormentando minha mãe com piadas machistas sobre loiras burras e mulheres caricaturizadas da pior forma possível. Eram sessões ininterruptas de ofensas, mas que ela ouvia com um sorriso amarelo, uma vez que “era só piada”. Da mesma forma, ele contava as piadas mais ofensivas possíveis sobre negros, sempre respaldado pelo fato de que “não era o que ele pensava”, e sim “só o que estava escrito nos livros de piada”. Foram anos desse tipo de piada “inocente”, até o dia em que, sem tom de piada ou riso suave, ele me proibiu de namorar mulheres negras.
É muito comum que se veja, no Brasil, “humoristas” como Danilo Gentili e Rafinha Bastos, vindos de uma mesma escola de racismo, machismo e homofobia que geraram o riso bobo de Costinha e Renato Aragão, defenderem seu direito de ser promover discurso de ódio como se isso fosse “liberdade de expressão”. E, mais triste ainda, é muito comum ver a população brasileira defendendo essa “liberdade” de humilhar, ofender e sedimentar preconceitos contra minorias, sob o rótulo falsamente liberal (e bastante estúpido) de “politicamente incorreto”. Muitas vezes eles dizem que estão fazendo humor político, “expondo o racismo” ao fazer piadas racistas. Esse é um argumento preguiçoso e altamente hipócrita para manter seu direito de ser um racista alegre e ainda posar de Voltaire do facebook.
O humor das charges do jornal Charlie Hebdo estão na mesma esteira de qualquer senso de humor racista. Os defensores do “Je suis Charlie” não cansam de dizer que são a revista é o Pasquim Francês. Dizem que as caricaturas são ácidas e corajosas, atacando todas as religiões e expondo a homofobia e o fundamentalismo do islã. Porém, o que as caricaturas de Mohammad fazem é respaldar o ódio e a ignorância sobre o islã, as comunidades muçulmanas francesas e os povos árabes.
Na caricatura em que o profeta Mohammad aparece beijando um cartunista branco não há contestação nem levantamento de discussão. Não é um canal de diálogo com as comunidades muçulmanas para contestar as posturas homofóbicas da religião e de suas muitas multi-culturais comunidades ao redor do mundo. É apenas um desenho de um homem branco europeu beijando o símbolo máximo de uma religião pertencente a outro povo. Não é assim que se levanta um debate, não é assim que se dialoga e não é assim que se contesta. Tudo o que a caricatura faz é zombar do Islã (cuja crença considera ofensivo representar graficamente seu profeta), cortar os possiveis canais de discussão com a comunidade que criticam e aumentar os preconceitos dos franceses islamofóbicos, que assim se sentem superiores aos seus vizinhos islâmicos. Não é um discurso que contesta a homofobia das comunidades islâmicas, e sim uma agressão que contesta a legitimidade de uma comunidade marginalizada e que não dá voz essa comunidade. Esse tipo de agressão só torna mais difícil que a sociedade em geral ouça a muçulmanos que buscam combater o discurso conservador dentro da sua religião a despeito de professarem sua fé.
Em outra caricatura, um muçulmano segura um Corão enquanto balas atravessam o livro e o seu corpo. A legenda diz “O Corão é uma merda”. Isso não levanta debate nenhum, apenas diz “sua religião é uma merda”, o que implica dizer, no caso, “sua sociedade muçulmana, sua história muçulmana, seus parentes e crenças muçulmanas, são uma merda”.
As caricaturas da Hebdo retratam muçulmanos como sendo terroristas, estúpidos e perigosos. As pessoas se acostumam a pensar nessas imagens quando pensam em muçulmanos, e isso gera medo, ódio, deboche e xenofobia. Eu, enquanto estudante de língua árabe, perdi a conta de quantas vezes ouvi tanto piadas imbecis quanto preocupações sérias de meus amigos que pensavam que eu vivia uma terra de selvagens e fundamentalistas perigosos.
Esse tipo de humor raso e infantil não é razão para que se assassinem seus perpetradores. Eu não defenderia que militantes feministas armadas invadissem o Comedians e assassinassem Rafinha Bastos. Ainda assim, elas têm todo o direito de se sentir ultrajadas, agredidas e ofendidas quando ele usa seu poder de discurso para convencer sua plateia de que mulheres feias devem ser estupradas e ficar agradecidas pela “caridade”. Mais importante, é preciso ter em mente que, sendo elas o grupo diretamente atingido pelas piadas infelizes dele, é a elas que a sociedade deve ouvir. Não me cabe o direito de julgar se uma mulher pode ou não se sentir ofendida com uma piada machista, e não me cabe dizer se um muçulmano deve se sentir ultrajado por uma piada islamofóbica, porque existe todo um contexto social por trás dessas piadas que eu não compreendo e do qual eu não sou a vítima.
Acreditar que as reações de muçulmanos às caricaturas é simples extremismo é dizer que “é só uma piada”. Não é. A reação tem a ver com todo o contexto de discriminação social e econômica, ás humilhações diárias que essa população sofre nos países europeus, à invisibilidade de sua identidade, ao histórico colonial e também com as atuais politicas intervencionistas dos países ocidentais no Oriente Médio e África, que se negam a ouvir as vozes árabes e africanas enquanto financiam grupos extremistas e assassinam populações civis com drones e “democracias”.
Um relatório do Observatório Europeu do racismo e Xenofobia aponta que, na França, a chance de alguém de origem árabe/muçulmana conseguir um emprego é cinco vezes menos do que um caucasiano com as mesmas qualificações, possuem menos acesso á educação formal, vivem nas áreas mais sucateadas das cidades e estão sujeitos a todo tipo de discriminação e violência física. O relatório aponta o sentimento de desespero e exclusão social do jovem muçulmano que vê sua possibilidade de progressão social dificultada por racismo e xenofobia.
O massacre que ocorreu ontem foi um crime horrível de terror e silenciamento, cometido por alguém que não sabemos ainda quem é (e nada impede que seja uma operação de false flag) nem com qual intenção. Um crime horrível e abominável, como foram horríveis e abomináveis os crimes de terror e silenciamento promovidos pelo Mossad quando assassinou o cartunista Naji Al-Ali, ou quando Bashar Al-Assad mandou quebrar as mãos do cartunista Ali Ferzat, ou todos os dias quando a polícia militar de Geraldo Alckmin, aterroriza e assassina os jovens que imprimem sua crítica e revolta com latas de spray nas paredes da minha cidade. Todos são crimes horríveis de silenciamento, e todos devem ser condenados, mas cada um tem suas particularidades, razões e contextos próprios e únicos, e não podemos cair no erro de diluir nossa crítica no simplismo maniqueísta, ou corremos o risco de que a voz que queremos dar à democracia seja um megafone para os absurdos da teoria de "choque de civilizações" de Huntington.
Por tudo isso, eu Não sou Charlie.