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quarta-feira, janeiro 09, 2008

Las necesidades del Capital frente a las necesidades de los seres humanos (I)

Al igual que otros socialistas del siglo XIX, la visión de Karl Marx de una buena sociedad era aquella que permitiese el pleno desarrollo del potencial humano. «¿Cuál es el objetivo de los comunistas?», preguntaba el camarada de Marx, Friedrich Engels, en su primer borrador del Manifiesto del Partido Comunista. «Organizar la sociedad de tal manera que cada uno de sus miembros pueda desarrollar y utilizar su potencial y sus facultades en completa libertad y, por lo tanto, sin desnaturalizar la esencia básica de esa sociedad». En la versión final de Marx del Manifiesto, esa nueva sociedad se presenta como una «asociación en la que el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos.» [1]

Esta idea del desarrollo del potencial humano está presente en toda la obra de Marx, la posibilidad de seres humanos ricos con necesidades humanas ricas, el potencial para producir seres humanos lo más ricos posible en cuanto a sus necesidades y capacidades. ¿Qué es, en definitiva, la riqueza, pregunta, «sino la universalidad de las necesidades individuales, capacidades, placeres, fuerzas productivas…?». Pensad en el «desarrollo de la rica individualidad que entraña el perfecto encaje entre la producción y su consumo»; pensad en «el pleno rendimiento de esos potenciales creativos». El verdadero objetivo es el «desarrollo de toda la capacidad humana como un objetivo en sí mismo».
Sin embargo, la realización de este potencial no puede caer del cielo. Exige el desarrollo de una sociedad en la que las personas no se consideren independientes entre sí, en la que conscientemente reconozcamos nuestra interdependencia y cooperemos libremente sobre la base de este reconocimiento. Cuando nos relacionamos con los demás como seres humanos, postula Marx, producimos para todos, simplemente porque entendemos que los demás necesitan de los resultados de nuestra actividad, y sentimos placer y satisfacción por el simple hecho de ser conscientes de que hacemos algo que es útil. Nuestra necesidad bastaría para asegurar nuestra actividad y, como consecuencia de ello, nos sentiríamos «afirmados tanto en el pensamiento como en el amor de los demás». Lo que Marx describía es, por supuesto, el concepto de familia humana.

La visión de Marx de una sociedad de productores libremente asociados, de una sociedad profundamente ética y moral, lo condujo bastante pronto, ya en su juventud, a plantear determinadas cuestiones analíticas. ¿Qué es esta sociedad en la que vivimos, y en la que si tuvieras que decirme que tienes una necesidad respecto de algo que yo pudiera satisfacer, sería considerado como una súplica, una humillación «y, por consiguiente, expresada con un sentimiento de vergüenza y degradación?». «¿A qué se debe -preguntaba- que en lugar de afirmar que soy capaz de desarrollar una actividad que ayuda a otros seres humanos, tus necesidades sean, en cambio una fuente de poder para mí?». «Lejos de ser los medios los que te concederían el poder sobre mi producción, (tus necesidades) son en cambio los medios que me dan poder sobre ti».

Como quiera que no nos relacionamos como miembros de una comunidad humana, sino como aspirantes a propietarios, concluyó Marx, esta perversa separación de las personas se reproduce constantemente. De manera que Marx se vio impulsado a analizar la naturaleza de las relaciones sociales que existen entre las personas, el carácter de las relaciones en las que participan al producir, al producirse a sí mismas a la vez que producen para los demás. A partir de ahí empezó su análisis del Capitalismo.

fonte (en espanhol)

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