No hay peor ciego

Hay en el mundo un intenso debate sobre la crisis global, crisis que no amaina, sino que avanza incontenible. Los estadistas se reúnen por eso de prisa y sin pausa. La Unión Europea acaba de concluir una cita en la cual han acordado emplear casi dos billones de euros para evitar nuevas quiebras financieras.

Banqueros de Asia y gobernantes europeos expresan sin tapujos que los males de la economía mundial provienen del desenfreno de los grandes de las finanzas, en particular de Estados Unidos. Ha pasado, expresan, la época del laissez-faire (dejad hacer). Es hora de que el Estado no sólo ponga dinero, sino que regule también.

Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, ha abreviado una negociación en Canadá para conversar con George W. Bush sobre la catástrofe. Como se sabe, el mandatario francés ha planteado que el tiempo del mercado libre ha periclitado, no sirve ya a la economía mundial.

Asia, encabezada por China, se incorpora al estado de alarma. Los días 24 y 25 de este mes se reunirán en Beijing en la cumbre de la ASEM (Reunión Asia-Europa) para examinar la crisis y buscar salidas. En la cita estarán los jefes de Estados de los 27 países de la Unión Europea y 18 primeros mandatarios asiáticos. No estarán presentes asesores ni secretarios (se busca secreto).

El momento es, pues, sumamente grave. No es que el capitalismo se venga abajo de inmediato. Lo que se viene es recesión en cadena, desempleo, pobreza mayor, intervención estatal en la economía. Y, desde luego, radicalización política. Se fortalecerán las izquierdas y sus demandas de reformas profundas; pero (¡cuidado!) la derecha extrema puede lanzarse a la demagogia, el racismo, el ataque a los inmigrantes, el recorte de las conquistas sociales, las guerras y la represión brutal.

Francis Fukuyama, el hombre que supuso que había llegado el fin de la historia y la victoria definitiva del capitalismo, publica esta semana en Newsweek un extenso ensayo de título elocuente: The fall of America, Inc, (La caída de Estados Unidos Corporatión).

El texto lleva este epígrafe: “Junto con las más historiadas firmas de Wall Street, ha colapsado cierta visión del capitalismo”.

Señala Fukuyama que la “revolución” conservadora de Ronald Reagan se extravió porque muchos de sus seguidores la convirtieron en una ideología irrecusable. “Dos conceptos”, dice, “eran sacrosantos: que los recortes de impuestos se autofinanciarían y que los mercados financieros se autorregularían”.

Bush, igual que sus acólitos criollos, persistió en ese delirio reaccionario. Los resultados están a la vista: quiebra contagiosa, pánico general.

Pero nuestros mandones no se inquietan. Al borde del abismo, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

fuente(editorial cesar levano)